Segunda entrega de una saga de aventuras protagonizada por un buscador de tesoros. Claramente imitadora de la de de Indiana Jones, sin llegar a la calidad de ésta sigue siendo una apuesta entretenida de cine familiar.
En esta ocasión el buscador de tesoros, Ben Gates, para limpiar el honor de uno de sus antepasados (acusado de ser un conspirador en el asesinato de Lincoln) deberá encontrar un mapa escondido que encierra la clave para llegar a la denominada ciudad de El Dorado. Esta búsqueda le conducirá a lugares tan protegidos como el palacio de Buckingham o al mismísimo despacho oval de la Casa Blanca.
El equipo de guionistas elabora una trama entretenida, donde el juego de pistas funciona mucho mejor, por ejemplo, que en la aburrida El código Da Vinci, sobre todo porque hay una humilde asunción de ofrecer un espectáculo de primera y sin pretensiones, con abundante sentido del humor.
El gran acierto de una película de estas características es la agilidad porque, como si de un videojuego se tratara, pasa sin vacilación de un lugar a otro o de una situación arriesgada a otra. En resumen, un notable producto para toda la familia, que no pasará a las antologías, pero que cumple su objetivo de entretener.
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