Un reciente artículo de Llàtzer Moix que leí en LaVanguardia.es me hizo recapacitar sobre un hecho al que le vengo dando vueltas hace tiempo y que dicho autor titula como "el factor Gourmet".
Los que nos movemos diariamente por ese mundo virtual que es Internet notamos claramente cómo la morralla, lo absurdo, lo equívoco, lo innecesario, lo no deseado, y muchos otros calificativos que podríamos ir añadiendo a esta larga lista, inunda nuestro quehacer diario y nos desborda sea cual sea el medio que utilicemos: la web, el correo electrónico, las redes sociales, los chats, los foros, etc.
La tecnología ha hecho que hoy por hoy consumamos en torno a unas 100.000 palabras, mientras que hace treinta años, esta cifra era algo menos de la mitad. Esa ingesta indiscriminada de información puede incluso llegar a alterar nuestras costumbres, procesos formativos y estructuras cerebrales, atomizando nuestra capacidad de atención, desorientando el buen criterio, abonando la superficialidad y limitando la reflexión.
Soy cada vez más consciente de que cada vez leemos más pero menos profundamente, leemos multitud de noticias, pero sólo las letras grandes, leemos muchos textos, pero saltándonos las líneas y leyendo como mucho las dos primeras, leemos sólo aquello que podemos ojear en un vistazo y desechamos aquello otro que, anque sea mejor, suponga dedicarle más de un minuto de atención.
Estos hábitos hacen, además, que no profundicemos en lo que estamos leyendo, e incluso desde un punto de vista literario o gramatical, que no prestemos atención a errores ortográficos, que no apreciemos los extraordinarios giros lingüísticos de nuestra lengua y que no aprendamos de "los buenos", ya que leemos cualquier cosa publicada por cualquiera...
Algunos piensan que este incremento de la información que recibimos no debe afectarnos ya que el cerebro puede crecer en almacenaje y sinapsis, mientras que por el contrario, otros opinan que dicho exceso perjudica su buen uso. Así, pasamos sin darnos cuenta de lo que podría denominarse cortesía (por el hecho de responder a un mensaje recibido) a la falta de cortesía o incluso de educación, por hacerlo mientras hablamos con otra persona, o por hacerlo al interrumpir una reunión, o en algo tan importante como es la Santa Misa, y todo ello para contestar al pesado o pesada de turno.
Por ello, ya que va a ser difícil que prescindamos del Messenger, Facebook, Tuenti, Twitter o del correo electrónico (yo soy el primero que no lo quiere), Moix recomienda introducir en nuestras vidas el factor Gourmet, es decir, seleccionar los contenidos en función de su calidad. Los poderosos y la gente importante no consumen información basura ni pierden tiempo ojeando lo que otros quieren meternos por los ojos.
Por establecer una similitud con la telefonía, os diría: restrinjamos las llamadas entrantes, eliminemos de nuestras vidas todo aquello que nos sobre o que supone una sobrecarga innecesaria y centrémonos en lo verdaderamente importante y necesario en nuestras vidas, que para mi, y en este orden, son: Dios, la familia, los amigos y el trabajo.
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